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Colmados con Pantalones Largos

Los colmados, el sistema de distribución de alimentos más importante del país, cada vez más sustentan sus ganancias en la venta de bebidas y entretenimiento.

Edwin Ruiz
Santo Domingo

El colmado o purpería, ubicado en una esquina del barrio, era un lugar inocente e interesante donde ir, sobre todo, los sábados. El atractivo era la ñapa, que gracias a la tradición, ningún colmadero se animaba a negar. Pero eso se perdió, y no es todo.

El concepto mismo de colmado, donde se podía condicionar la venta del pan a la compra de la mantequilla, o la leche al chocolate, y donde el fiar era la verdadera alcancía del pobre, también sun sufre muchas transformaciones. Si no lo cree, párese en la vieja esquina, y llévese del tumulto: decenas y hasta cientos de personas, al compás del ritmo de las velloneras digitales, liban la fría, el cuba libre, o el prestigioso whisky, que a sorbos le consumen el estatus.
Es muy común observar en las principales ciudades del país una gran cantidad de negocios que a primera vista parecen colmados y que, además, se hacen llamar de ese modo. Cuando el potencial cliente ingresa, sin embargo, nota la diferencia. Una vellonera digital por un lado, dos televisores, a color, estratégicamente ubicados, tres filas de sillas de plásticos, rojas, azules, negras y blancas que llegan al techo, y uno o dos alienados que manipulan una o dos máquinas, que además de traga-monedas, parecen que les enguyen las almas.

Relatados así, parecen mueblerías, pero no lo son. Más afuera, las opciones se diversifican, y si el visitante saca la cabeza verán un rinconcito, a veces ocupando las aceras, donde está instalada la vendedora de esperanzas: una banca de apuestas. Dentro, al regresar, si esta indispuesto, hasta baños encontrar. Se puede creer que aún es un colmado y con bastante fe, se llega al mostrador, pues los hay, y al típico colmadero, que lo parece, y se lanza la petición: dos libras de yuca y media libra de salchichón! La respuesta no se hace esperar: no vendemos comida.

Se ven en los estantes, sin embargo, dos o tres galones de aceite, unas diez latas de sardinas, embutidos en las neveras de exhibición y otros alimentos que cada vez ceden más espacio a los largos estantes rebozados de todas la bebidas alcohólicas posibles, nacionales e importadas. Este contraste es una transición, el camino de colocar las expectativas de ganancias en aquellas mercancías que tienen mayor rotación y mayores márgenes de beneficios, las bebidas, que gozan de un boom en su consumo. Los llamados colmadones, constituyen la evolución más extrema de este fenómeno comercial y en el caso concreto de cada uno de los colmados que inician ese proceso, se puede dar el caso intermedio de un sincretismo comercial de supermercado, bar, discoteca, banca de apuesta y hasta los novedosos servicios de delivery, que consisten en llevar las compras a domicilio. Otros, sin embargo, se ponen los pantalones largos, y llegan a ser algo más parecido a una barra.

Colmados o barras?

Un recorrido por varios colmadones de la capital arroja dos conclusiones: las transformaciones se deben a una necesida de aumentar las ganancias a través de las ventas de bebidas alcohólicas, debido a la disminución de las ganancias en las ventas de los productos alimenticios. Los clientes, en cambio, asisten a esos lugares, por el bajo precio de las cervezas y licores en comparación a los existentes en las discotecas y bares, y por el ambiente cada vez mós parecido a aquellos. Es el caso del Colmado La Gran Manzana, ubicado en la avenida San Vicente de Paul, donde se vende cerveza, y no productos alimenticios. Los colmados desaparecen por la situacion económica, opina Victor Grullón, su dependiente. A partir de las cuatro de la tarde comienzan a llegar los clientes, pero antes de que aumentaran los impuestos a las bebidas permanecía siempre lleno, afirma. En el colmadón no se permite bailar, explica, pero a veces la gente se acelera con los tragos y se paran ha hacerlo. Un cliente de ese establecimiento, Juan Bautista Hernández Reyes, afirma que se siente atraído por ese ambiente. Me bebo mi trago y luego me voy tranquilo, dice. Eso lo puede conseguir en otros lugares clásicamente más propicios, como una discoteca, pero la situación económica no lo permite. El colmadón, en cambio, es como una discoteca con precios de colmados.

Juan Danilo atiende el Colmado Soto, y no duda en señalar que las ventas están baja, pero se sostiene con la venta de cervezas que dejan el 60 por ciento de los ingresos del negocio. Los alimentos no se venden como antes, por eso los colmados se están orientando a la venta de bebidas, explica, lo que no excluye que se expendan algunos productos alimenticios, como arroz en fundas. Descarta la venta, sin embargo, de los productos agropecuarios, pues se echan a perder. De todos modos, esa decisión no incluye algunas manzanas y uvas. Existen otras fuentes de ingresos para el colmadón, como los juegos de las máquinas traga-monedas que ya no tienen problemas desde que les sacamos un permiso en la Policía. Daniel Feliz entiende que el negocio que dirige es un colmadon. Es el Supercolmado Vásquez, habilitado con todas las características de un lugar de esparcimiento, y con sus respectiva banca de apuesta, pero buscar, en ese lugar, provisiones alimenticias, puede resultar un fracaso. Un cliente explica su presencia: estoy acá para pasar un rato tranquilo cogiendo fresco, pagando menos y bebiendo lo mismo.

La dura lucha del colmado

Segœn Gerald F. Murray, autor de la obra El Colmado, esta entidad se incluye entre los detallistas estacionarios multifuncionales de una gama amplia de productos de consumo o uso doméstico que incluye, pero que no se limita, a los comestibles no cocinados. Esta definición, a su entender, abarca al supermercado, al mismo colmado, y dos entidades detallistas más pequeñas, que son las pulperías y el ventorrillo. Las variantes, entre unos y otros, explica, se sustentan en los diferentes niveles de la capitalización. Desde este punto de vista, se trata de un subgrupo de negocios que no se diferencian cualitativamente, sino por el tamaño de sus activos y los nuevos servicios y productos que ofertan.

A pesar de las grandes transformaciones de los colmados, aún constituyen, según Murray, el principal sistema de distribución de alimentos en el país, muy superior, incluso, a los supermercados y mercados p?blicos, este último, más bien orientado a la venta de mayorista. El colmado ha llegado a ser (y continúa siendo), el suplidor por excelencia de alimentos a la población dominicana, señala,
Asimismo, es donde se orientan las mayores energ’as empresariales del dominicano común. Afirma el autor que uno de cada cuatro microempresarios dominicanos ha logrado ser, o aspira a ser, dueño de colmado. El 45 por ciento de los microempresarios dominicanos se dirige a una actividad relacionada con la producción, el abastecimiento o la preparación de los productos alimenticios. La mitad de ese monto, estima el estudio, se dedica a la clase de actividad detallista que ejemplifica el colmado. Para 1994, en el país había 319,639 microempresas y, según Murray, 144,217 se decicaban a la alimentación de la población. De ese total, el 28 por ciento, unos 40,347, eran colmados, y el 22 por ciento, unos 31,754, pulperías y ventorrillos (colmados subcapitalizados). Desde ese entonces, el número de microempresas ha seguido aumentando a la par del crecimento de la economía, constituyendo esto un fenómeno que explica la alta exclusión social en que se sustenta el modelo económico vigente, y obligando a una gran parte de la población a refugiarse en los sectores informales. Según el estudio Reformas Económicas, Globalización y la Micro, Pequeña y Mediana Empresa en República Dominicana, realizado por ECOCARIBE, los empleos generados por las microempresas pasaron de un 25.2 por ciento en el 1992, a un 28.4 por ciento en el 1998. Sin embargo, este crecimiento del sector al ser observado desde el punto de vista de las ramas de actividad, permite determinar que las orientadas al sector comercial, dentro de las cuales se encuentran los colmados, pasaron de un 67.5 por ciento en el 1992, a un 48.4 por ciento en el 1998. El sector servicio, en cambio, pasó de un 14.3 por ciento a un 29.1 por ciento para el mismo período; y el industrial, de un 18.3 a un 22.5 por ciento. Es de esperar, aunque no haya estadísticas que lo sustenten, que el sector de los colmados ha sido afectado, especialmente, con esta reducción. Las altas tarifas eléctricas acompañados de los eternos apagones, y el surgimiento de las grandes cadenas de supermercados estarían dentro del conjunto de factores que les impactan.

Una salida alternativa a la extinción es la diversificación a otros productos y servicios, dando origen a los supercolmados, con sus delivery y nuevo confort. En estos negocios, además de los bienes alimenticios que clásicamente distribuye un colmado, se puede encontrar el esparcimiento de un colmadón. Pero para esto es esencial una zona residencial de aceptables niveles de consumo, o clase media. Este híbrido parece ser un intermedio entre el supermercado y el colmadón.

La otra versión de sobrevivir, muy observada en los barrios populares o sus cercanías, es el puro colmadón, donde los estantes licoreros han desplazados en gran parte a los alimenticios. Donde, además, las fuentes de ingresos son básicamente, las ventas de las bebidas alcohólicas.

Una visión sociológica

El fenómeno de los colmadones tiene causas económicas y sociales, según Celedonio Jiménez, Director del Departamento de Sociología de la UASD. El encarecimiento de los servicios de restaurantes y discotecas, acompañado de la reducción de los ingresos de una amplia franja de la población, según el académico, constituyen las razones económicas. Los colmadones se han convertido en lugares de encuentro de los estratoss inferiores de la clase media y los sectores populares. Otras explicaciones, dice Jiménez, se sustentan en la liberalización de la sociedad dominicana, junto al proceso de urbanización y pérdidas de los valores tradicionales. En esto influye el debilitamiento de los núcleos primarios o familiares y el fortalecimiento de las comunidades de masas. Un componente importante de destacar, afirma, es la presencia creciente de mujeres en esos lugares, acompañadas o solas.

El colmado tradicional, explica el catedrático, es un lugar de intercambio de dinero por mercancía que nunca es consumida en el mismo lugar de compra. En los colmadones el componente principal es la reunión de grandes cantidades de personas que consumen, en esos lugares, bebidas alcohólicas, y cuya estancia es más o menos prolongada.

El antedente de los colmados, donde normalmente una persona de cierta edad compraba una copita de ron de dos dedos era muy limitada y aislada, explica. En el caso de los colmadones llama la atención la presencia masiva de jóvenes algunos de ellos imberbes. En los colmados clásicos, las personas de edad tenían una especie de licencia refrendada por la sociedad para tomar sus tragos.



Edwin Ruiz
Santo Domingo


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